martes, 30 de octubre de 2012

Fórmula de Collignon

"-¿Cómo os conocisteis? 

-Lo veía todas las mañanas desde la cocina. Todas las tardes. A todas horas en realidad. Durante una temporada llegué a pensar que no hacía otra cosa que estar frente al ordenador. Me entretenía observándolo mientras me bebía un café o esperaba a que se frieran las fajitas. Así que un día especialmente aburrido tiré una piedra contra su ventana."

Trois Dalton

Bobadas de reloj biológico... Aunque he de reconocer que últimamente os echo mucho de menos. Y para colmo hoy he pensado, ¿qué hubiera pasado si me hubiera quedado a estudiar en Murcia? Seguramente mi vida ahora sería más tranquila. ¿Mejor? Eso nunca se sabe.

lunes, 15 de octubre de 2012

Re: Re: Desvelado


“-Pero, ¿por qué deja alguien de querer a otro alguien?

-Querido, nuestras personalidades eran muy diferentes. Yo lo quería todo ya. Él necesitaba tiempo y espacio. Incluso cuando me di cuenta de ello me costó cambiarlo. Creo que de haber vivido los dos en la misma ciudad hubiera sido una preciosa relación de "ni contigo ni sin ti".

-¿Qué fue lo que más daño le hizo a vuestra relación?

-Todo el dolor que le causamos yo y los que vinieron antes de mí, toda su desconfianza y falta de autoestima… Mi puta bocaza. Sin embargo, y estoy segura de ello, nadie le ha tocado ni le tocará como le tocaba yo. Es muy hermoso; eso es algo que si no sabe debería empezar a aceptar. 

-Como tú deberías hacer también.”
Trois Dalton

Qué bonito sería empezar con una dicotomía. Probemos. Existen dos tipos de personas en el mundo, las que saben lo que quieren y las que no. Yo… bueno, yo me balanceo entre los dos grupos. Así que me parece que dicotomía poca.

No voy a mentir, esta entrada va dedicada a la persona que ha llenado mis pensamientos durante… ¿casi cuatro meses? Dos fueron jodidamente maravillosos y los otros dos han resultado ser un auténtico infierno. ¿Por qué? Sinceramente, no lo sé. Vaya, tengo un par de ideas, pero, sinceramente, no creo que sean motivo suficiente. Al menos para mí. Claro que cada persona es un mundo. En el caso que nos ocupa, dos mundos demasiado cuarteados como para poder formar algo estable. Qué feo eso de asumir que dos personas que encajan tan bien fallan en el mismo punto. 

Un servidor se considera lo suficientemente extraño como para resultar difícil así de primeras. Un problema esencial entre nosotros, me parece a mí, es la falta de una amistad previa, de un mínimo de conocimiento sobre la otra persona.  Sin embargo lo intentamos. ¡Oh, ya lo creo que lo intentamos! ¿Rollo? Nah, no creo que fuésemos sólo eso. Quién sabe lo que signifiqué (y lo que significo) yo para él. Bueno, ese es un tema del que no puedo hablar mucho. Falta de datos.

Dios sabe el entusiasmo que le puse. Dios sabe el miedo que tenía a que todo acabara como ha terminado. Desde luego, parte de la culpa es mía pero, como suele suceder en estos casos, la otra persona no puede rechazar la suya y tirártela a la cara como si nada. Reconozco mi egoísmo en el pasado, mi cáscara de protección, de “no quiero pillarme demasiado”, lo que me llevó por error a que renunciara a todo a la mínima ocasión. Reconozco el daño que eso hace, el miedo a que te lo vuelvan a hacer. Si me conociera.

Ains, el egocentrismo del ser humano. Qué oportunos Are y yo el otro día: Como yo te amo nadie te amará. ¿Por qué no puedo evitar pensar que encajamos demasiado bien? Aprender. Siempre lo he dicho: necesito a alguien de quien pueda aprender algo. En su caso, aprendí a querer de una forma que desconocía. Dice que “fue bonito”. Para mí fue un poco más que eso, la verdad.  

¿Os cuento la verdad? ¿Os cuento por qué tanta insistencia? Sencillamente, lo que no quiero es que acabe con un mal recuerdo. No quiero que acabe, en general, pero puestos a asumir la situación prefiero que se quede con el Juanfra que iba a pasar la tarde a su piso y acabó durmiendo con él hasta las dos del mediodía. El que se quedo embobado mirándolo después de su primera (¿o fue segunda?) vez juntos preguntándose qué demonios tenía ese chico. Ese es el Juanfra de verdad, creo yo, el que fantasea con fugas a Nueva Zelanda. El de diario, una mordaza para no ir vomitando arcoíris. Ahora temo que lo haya olvidado. No tengo miedo a que conozca a otro alguien, tengo miedo a que no recuerde quién fui yo.

Por eso digo que nos faltaba la base de amistad. Le faltaba saber cómo soy yo en realidad, al igual que a mí  me falta conocerle a él. Quién sabe si le he idealizado demasiado. Me pasa a veces. La verdad, su actitud este último mes me ha decepcionado un poco. Quiero decir, igual que Noelia tenía razón sobre lo de no presionar me da a mí que Mariana también. ¿Por qué esta actitud de prepotencia? ¿Por qué me acusa de falta de empatía cuando él no es que dé muchas muestras de tenerla? ¿Por qué cuando le dije de vernos y  me propuso que antes mejor  volver a hablar no dijo que no estaba preparado? Sí, recuerdo lo de “hasta que sepa que no sientes nada por mí…” Ains, entonces creo que no nos volveremos a ver. Sé que no quiere volver conmigo, pero sería capaz de soportar verlo con otros con tal de estar ahí para él. Me considero un buen amigo, aunque sé que de esos por fortuna a él no le faltan.

¿Qué ha sido lo que nos ha hecho llegar a esta situación? Sin paños calientes, digo yo que su autoestima, mi impulsividad, sus experiencias pasadas, mi propio comportamiento… La forma de ser de los dos en general fue lo que lo estropeó todo. Yo demasiado frenético y él, creo, frágil. O temeroso. A mí pueden herirme que puedo curarme si entiendo el porqué de la herida, pero no todo el mundo es igual. Si no la no-dicotomía del principio no tendría sentido. Tampoco supe ofrecerle todo lo que necesita, aunque eso ya lo sabía. Todo desencadenado por el hecho de estudiar fuera. Es curioso, porque a la otra única persona por la que he sentido algo parecido la conocí precisamente por estudiar aquí.

Hay una frase que me han repetido mucho desde que lo dejamos “no pienses más en él, te mereces a alguien mejor”. Digo yo que sus amigos le dirían lo mismo a él. Ahora, ¿es verdad? Bueno, las pruebas dicen que él me importa a mí, actualmente, bastante más de lo que yo le importo a él. O eso me parece.  ¿Significa eso que ambos nos merezcamos “algo mejor”? Ey, que hasta yo a veces me equivoco y puede que no seamos tan “el uno para el otro” como pienso.  

Supongo que cuando ciertas personas (cuatro nombres se me vienen ahora a la cabeza) lean esto querrán hablar conmigo. ¿Qué más queréis que os diga? This is all. Hay gente a la que le cuesta olvidar. A mí me cuesta horrores.  Pero como le dije a Marta y a mi Mujer a principios de septiembre, no haría nada de esto sino creyera que mereciera la pena. ¿Qué me estoy arrastrando? Sí, tal vez. Pero hay gente con una cáscara muy dura de autoconvencimiento. Gente que se cierra en sus ideas y a la que sólo se llega por machaconería. Y a mí a machacón no me gana nadie. 

Ante todo, no quiero que esto se interprete como otra “falta de espacio por mi parte”. Podría enviarle todo esto al mail y no lo hago. Simplemente es una… ¿declaración de pensamientos? No niego que me gustaría que lo leyera. Quizá se replantee cosas, deje de dar otras por sentado y, Dios lo quiera, me explique qué pasa por su cabeza, como antes hacía. Quizá ya no soy digno de ese honor. ¿Por qué no quiere ser mi amigo? ¿Por mí o por él? De delirios vive el hombre. Además, digo yo que si nada cambia algún día dejaré de pensar en él.

En fin… Si pudiera, todo esto sustituiría a ese último mensaje.

“Claro como el agua. No es que no sepa dar un margen de tiempo. Es que no quiero perder a una persona como tú. ¿Ya lo he hecho por ser tan impulsivo, tan pesado? Pues me jodo, ¿no?
Siempre te recordaré con cariño.
Capítulo cerrado, eso es lo que quieres. Pero no podrás evitar que me preocupe por la persona a la que más he querido en mi puta vida sin tener ni jodida idea de porqué. Puedo asegurarte que nunca me había sentido así por nadie. Dos meses y te quiero hasta morir. Pero no encajamos. No soy lo que buscas. Tristemente, eso pasa mucho. 
Por favor, sé feliz. Por favor, no dejes que te vuelva a molestar.”

viernes, 12 de octubre de 2012

Rodilla

"Entonces yo salí del metro y empecé a subir esa pequeña cuesta. Fue cuando la vi por primera vez. ¿Recordáis esa máquina expendedora que hay entre las escaleras mecánicas? ¿La que vende galletas Oreo? Antes había un puesto de sándwiches donde ella trabajaba a media jornada. Parecía aburrida y triste. Como para no estarlo. ¿Quién se iba a parar a comprar? Los que subían tenían restaurantes mejores en la estación y los que bajaban venían de allí.

La miré mientras me dejaba llevar. De perfil y apoyada contra el fondo de la caseta daba más pena todavía. Tenía esa cara que pone cuando deja de prestar atención a todo lo que la rodea. Hermosa. El reloj de la entrada a las dársenas marcaba y cuarto, había tiempo de sobra. Me di la vuelta y bajé. Me paré frente al puesto, tosí y le pedí un sándwich de atún. Me dijo que no le quedaban. De jamón, pero tampoco. Al final acabé comprando uno vegetal. Sí, Hugo, no pongas esa cara: ¡Yo con un sándwich de césped!


Le pagué con un billete de cinco. Le faltaban cinco céntimos para darme el cambio. Le dije que no se preocupara, que ya volvería a por ellos. Me respondió que lo veía difícil porque ese era su último día trabajando allí. Entonces le hice ver que cinco céntimos era una suma importante, que no podía quedarme sin ellos y que esperaría a que alguien fuera a comprar. Por supuesto, acabé perdiendo el autobús.


¿Por qué te ríes, Lu?"


"Cuando le preguntamos a mamá el otro día confesó que tenía monedas de sobra."

viernes, 5 de octubre de 2012

SPNB

¿Alguna vez he dicho lo mucho que me gusta pasear por Madrid? Perderme por ahí y callejear, la gente, quedarte de pie mirando un edificio o sonreír porque recuerdas esas casualidades que pasan una y no más. El olor a violetas en un puesto en San Bernardo, ir hasta Alonso Martínez y bajar hacia Gran Vía por esas calles pervertidas de Chueca para luego hacer la tontería de subir otra vez por Fuencarral y acabar saliendo a la calle del Desengaño (donde no hay quién viva).

Pasear sin rumbo (o destino), solo o acompañado, acorta las horas. Hoy terminé no haciendo nada de lo que tenía previsto, así que ha tocado aplazarlo a mañana: exposición petada (probaremos suerte), ideas lejanas (esperemos que más cerca) y tiendas cerradas (recemos por que aparezca).*

No sé, hay días en los que echo de menos ciertas cosas en mi vida: situaciones, lugares, objetos y, como es obvio, personas. Y aunque me huelo que esos días son todos, hoy quizá me he puesto melancólico de más mientras paseaba, pero es muy duro disfrutar en solitario de algo teniendo en la cabeza a la persona exacta con la que te gustaría compartirlo. ¿Lo bueno? Que cuando venga ya sabré a dónde ir.

Hoy despejado un poco más la niebla de mi mapa y de este Nuevo-Nuevo Mundo me quedo con un par de restaurantes,  con la tienda que no sé describir pero que ahí está y con la chica de la cabeza rapada. Me quedo con una sonrisa extraña (de desconocida) y con muchas ganas de.

*Si pensáis que el párrafo es raro, no os imagináis cómo era el original.

martes, 2 de octubre de 2012

Hermética

-¿Impulsiva?-pregunta mientras se arrebuja con la chaqueta. El Sol se puso hace horas, pero  el chico se niega a cerrar la ventana para que yo pueda seguir fumando. Hago honor a su sacrificio con una calada larga a mi Lucky mentolado.

-Ya ves lo que tiene que oír una. Dime tú si es impulsivo saltar de un vagón de metro mientras se cierran las puertas. Con eso y todo, se montó en aquel autobús- no puedo evitarlo; se me escapa una sonrisa recordando la noche completa: llamada, cita interrumpida, charla, locura, policía y capucha. En algún momento tengo que contarle esa historia-. Aunque mi intención no era recuperarlo. Sólo buscaba acabar bien. Nunca te creas eso de que de los errores se aprende.

-¿Por qué? ¿Has vuelto a saltar de un vagón en marcha?

-No. Pero he corrido descalza por toda una ciudad para llegar a un tren, tragarme dos horas de viaje y luego asarme de calor durante medio día esperando frente a edificios vacíos y vagando por calles desconocidas. Y eso que  sabía de antemano que no me iban a recibir.

Se inclina un poco en la silla.

-¿La misma persona?

-Otra-me río-. Pero la situación era parecida. Y no me arrepiento. Me equivoco. Rectifico. Lucho y cometo locuras. Y luego, ¿qué me queda? Historias que contar, gente a la que recuerdo con cariño y el orgullo de no haberme rendido. Eso es más de lo que muchos pueden decir, ¿no crees?
Salta el REC de la grabadora. Tal era nuestro acuerdo de grabar cada palabra que aprovecho, le hago una señal al muchacho y voy al baño mientras cambia la cinta. Cuando vuelvo ya tiene preparado su comentario:

-Así que impulsiva, persistente y obsesiva. ¿He de tener miedo?

-No, querido: básica, visceral, práctica.  

Trois Dalton