martes, 10 de enero de 2012

Sargazos

Raro. Eso define todo. Todo lo que no tiene explicación, todo a lo que no se le quiere dar una. Extraño, complicado, “tú no lo entenderías”. Néctar que de tan dulce no prueban ni los dioses. Sinfonía exquisita. Bruma densa por la que no conviene navegar.

Y sientes. Tentación. Curiosidad. Cariño. Intento de. Comprensión.

Y recibes. Dudas. Pullas. Cariño. Intento de. Comprensión.

Y piensas. ¿No será todo humo esa niebla? Barroco innecesario. Volutas cinceladas en cartón. Sin piedra. Melaza amarga. Notas que aun ¡sí! chirrían y son música. Que de mayestático no os queda ni el plural.

Y te alejas. De “de dentro hacia afuera”. De edades y rangos. De futuros que no te cuentan. Donde no cuentas. De quimeras capturadas si se aprieta un programa y no un botón. De roces y peleas.

Y buscas. Libros que estrellar. Agua limpia para la lengua. Para las encías, dientes, paladar. Garganta. Oído y ojos. Nuevas músicas. Nuevas musas. Sirenas que no canten, ¡griten! con voz de guardacostas.

Y te dejan. ¡No! Vuelve. ¿Intento de? ¡Ja! Incomprensión.

Y lo logras.

Y sientes. Alivio. Y piensas. Por fin. Y te alejas.

Y empiezas. Sonrisa a cuestas. Lección aprendida.

¿Por qué escribes ahora? Porque extrañas la cama. Porque ¡te! quiero.

Y ese “te” es nadie y son todos.

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