martes, 12 de abril de 2011

Lunes, 11 de abril de 2011

Ayer, mientras volvía de la universidad, me encontré una carta tirada en medio de la carretera. Sé que no debí hacerlo, pero dado que tengo una suerte especial para evitar que me atropellen y que ya se está perdiendo la costumbre de enviar cartas (que tanto agradan a uno), me agaché y la recogí.

Si no me equivoco, es delito abrir una carta que no va dirigida a ti, y más aún divulgar su contenido. Pero me parece que eso importa poco ya. Además, creo que su destinatario habría perdido toda esperanza de recuperarla, incluso antes de que la recogiera yo.

Lástima que la perdiera, porque el sobre no tenía remitente, sólo un nombre. Espero que el pobre reconociera la pluma de quien la escribió.


"Iba a decir una tontería como: te gustará saber que ayer me acosté con el francés. Digo tontería porque no estoy segura de que te guste saberlo, pero tampoco de que no lo haga. Quiero decir, desde un principio nuestra relación quedó definida por la libertad total respecto a con quien podíamos tener sexo, pero pienso que quizá mi declaración de principios de hace un par de semanas podía llevarte a pensar que estoy enamorada de ti. Para tu fortuna o tu desgracia, no me queda más remedio que reconocer que así es.

Amor, tal y como viene recogido en el diccionario, no creo que sea, pero sí un encaprichamiento que me desconcierta. Este sentimiento, aunque menos intenso que un mes atrás, sigue muy vivo en mí, como el cabo ardiente de una vela nadando en un mar de cera líquida. El cuánto durará allí es la cuestión a tratar, pero visto tu desinterés y mi facilidad para encapricharme a la ligera auguro no será demasiado, aunque sí lo suficiente para destrozarme por completo. Mientras tanto, sólo me queda vivir a base de nicotina y café, escribiéndote cartas como esta cuando el jefe no mira y el trabajo es escaso.

Si espero contestación, creo que la respuesta es obvia; la ilusión con la que aguardo el recibir una sola letra tuya es grande, pero las posibilidades son tan escasas como que un ángel caiga del cielo y me aplaste. Todo ha quedado reducido a una cuestión de dogma de fe. Fe en ti o en el mundo, lo mismo me da ya. Nos hemos distanciado tanto que apenas noto la diferencia entre tu cuerpo y el de otro, aunque el placer que podáis provocarme tú o el francés no es para nada comprable. Anoche me limité a comportarme como la zorra que dicen algunos que soy. No disfruté, no sentí. Era una cáscara hueca que se movía a golpe de cadera. Me limité a fingir un orgasmo y marcharme por donde había venido. Él insistió en que me quedara, pero me resultó ridículamente fácil negarme. Lo difícil era ocultar el rechazo que me provocaba el quedarme allí desnuda a su lado.

Contigo todo es más fácil, ¿sabes? Lo lógico tras acostarnos era quedarse juntos, abrazados, escuchando tu ruidosa y graciosa respiración. Eso es lo que mi cuerpo me pedía, me exigía a gritos. No quería dejarte. No quiero hacerlo. Y tú, ¿quieres?

Sé que lo has pasado mal. No pedía un milagro, ni que cayeras rendido a mis pies. Pero ella no es Rosalina, al igual que yo no soy Julieta, ni tú Romeo. No es en absoluto fácil olvidar a alguien a quien has amado. Lo sé, lo he vivido. Las verdaderas historias de amor nunca han sido objeto de inspiración para ningún guión. A veces se nos olvida que siempre hay un “continuará”, aunque nadie esté allí para hacérnoslo ver. Yo quiero que mi continuará sea contigo, al menos hasta que acabes tan harto de mí que detestes la sola mención de mi nombre, en tus labios o en los de otros.

Te excusas, te ocultas. Acudes a tu falta de experiencia, dices que eres infantil, como un niño. ¿Qué importa eso? Yo me he enamorado de ti, y eso es lo único que debería importarte. Si me quieres, claro. Yo estoy dispuesta a esperarte si quieres. Ahora me doy cuenta de ello. Ahora, tras saber la diferencia entre follar y hacerte el amor. A lo que no estoy dispuesta es a hacer el tonto tras alguien que sólo me quiere porque soy la única que le sigue la corriente, por muy pequeñas que tenga las tetas.

Eso es lo único que te pido, porque, ¿sabes? contigo todo es diferente, y no me estoy refiriendo sólo al sexo. Me refiero a ti, a tu forma de ver las cosas; a la manera en que me susurras que no me encapriche de ti, cuando sabes perfectamente que eso es lo único que consigues al decírmelo; a como me haces cosquillas con la barba mientras me enseñas tus memorándums por encima del hombro.

Creo que esto es todo. No me queda mucho más. Y encima mi jefe se acerca. Y si lo que quieres es saber, sólo tienes que preguntar.

Sinceramente tuya."

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