sábado, 28 de marzo de 2009

Capítulo XIX: El origen

Lucía Montoya Totana había nacido en realidad con el nombrede Belén Portacelli Vázquez. Era hija biológica de Piero y Paula, la hermana deClara y Letizia. Era una niña guapa, lista y graciosa. Un auténtico amor.

Así que para entender los motivos que desencadenaron laadopción de Lucía debemos remontarnos atrás en el tiempo, años antes de sunacimiento. Debemos regresar a Septrión.

Paula era la mayor de las tres hermanas. Su madre, Rebeca,la había tenido con sólo dieciséis años. Cuando nació, sus abuelos echaron aRebeca de casa. Ella se fue a vivir con su recién estrenado esposo a unapequeña cabaña en los albores del bosque. Décadas más tarde el bebé que gateabapor aquellos listones de madera vendería el terreno para que construyeran unhotel.

Rebeca y su marido fueron felices allí con su hija. Alcontrario de lo que la gente del pueblo pensaba, él no la abandonó cuando tuvoal bebé. Es más, cuando nació su segunda hija, Clara, tres años más tarde,tampoco lo hizo.

Con la tercera no hubo tanta suerte.

Letizia nació una noche tormentosa. Su padre, pescador dealtura, llevaba varias semanas en alta mar. Su regreso se esperaba para el díasiguiente, por lo que cuando Rebeca sintió esas contracciones tan conocidas seasustó de sobremanera. ¿No se podía haber esperado un poco la criatura? Prontose dio cuenta de que no, así que, con Clara en brazos y con una Paula de cincoaños cogida de la mano, salió de su casa dispuesta a llegar hasta la de lacomadrona del pueblo. Pero sus fuerzas le fallaron a mitad de camino y tuvo quepedir alojamiento en la primera casa que encontró. Los dueños, un matrimoniocon una hija, reaccionaron rápidamente; mientras él iba a buscar a la partera,ella se encargó de poner cómoda a Rebeca. Encargó el cuidado de Clara y Paula a su hija desiete años, Laura.

Al cabo de una hora Letizia dormía plácidamente sobre el pecho de su madre.

Fue a la mañana siguiente cuando todo el pueblo se enteró deque el barco donde viajaba su marido había naufragado.

Rebeca se había quedado sola con tres hijas a su cargo, una de ellas recién nacida. No tenía idea de cómo iba a lograr salir adelante.Afortunadamente, el matrimonio que la que la había acogido la noche delnacimiento de Letizia se apiadó de ella. Susana iba todos los días a visitarla,y casi siempre llevaba con ella a Laura para que jugara con las pequeñas.

Aún así, cuidar sola a tres hijas es un esfuerzo agotador, yla salud de Rebeca se resintió. Al cabo de diez años empezó a tener problemaslumbares y cervicales, y cuando cumplió cuarenta parecía tener sesenta. Sus hijas, yamayores, se encargaban de cuidarla ahora. Las dos pequeñas asistían a launiversidad en Meiga, mientras que Paula había conseguido un puesto comosecretaria en los astilleros del pueblo.

Allí conoció a unjoven empresario italiano, Piero Portacelli. El amor surgió entre ellos comopor casualidad. Piero le propuso hacer un viaje de un año a Roma, su ciudadnatal, para conseguir de su padre el capital necesario para fundar una nuevaempresa en Septrión.

Ella aceptó sin dudarlo.

Lógicamente, esta decisión no gustó para nada a sushermanas, ya que se veían obligadas a aparcar sus estudios para así podercuidar de su madre. Clara estaba a punto de acabar su carrera de FilologíaInglesa, un idioma en auge según ella, y no estaba dispuesta a dejarlo sólo porun capricho pasajero de su hermana mayor.

Paula alegó que era ella la que siempre había cuidado de sumadre mientras ellas dos vivían su vida, pasándose únicamente cada dos semanaspor el pueblo para preguntar “¿Qué tal?” Ya era hora de que le tocara a ellatambién.

La discusión fue cada vez a peor. Salieron a la luz viejasrencillas, peleas de niñas pequeñas. Se dijeron de todo. Al final, cuando Paulaabandonó la pequeña casa de Letizia en la ciudad, la joven había olvidado quetuviera dos hermanas.

Partió hacia Italia tres días más tarde.

Así que Letizia y Clara se vieron obligadas a dejar launiversidad y volver al lugar que las vio nacer. Ambas encontraron trabajo enel pueblo, por lo que su sustento quedó garantizado.

Los meses pasaron y las dos hermanas se acostumbraron a susnuevas vidas. Antes sólo pasaban los fines de semana en el pueblo y para ellaseso significaba perderse todo lo que la ciudad ofrecía durante esas preciosascuarenta y ocho horas, algo que para ellas estaba vedado el resto de la semana.Ahora que pasaban allí los siete días comenzaron a cogerle el gustillo.

El verano llegó y con él los turistas. Clara consiguió untrabajo temporal como camarera gracias a su dominio del inglés. Entonces todovolvió a empezar. Entonces conoció a Raúl Olmos.

Raúl no era ni tan atractivo ni tan rico como Piero, perotenía algo que la atrajo desde el primer momento.

Cuando Clara le dijo a su hermana que tenía intención decasarse ésta no pudo ni empezar a pretender creérselo. Era algo totalmenteabsurdo. Le dijo que sólo lo conocía de un mes, que no se precipitara. PeroClara había estado ya mucho tiempo encerrada; necesitaba abrir sus alas.

A la mañana siguiente Letizia se encontró una nota en la mesade la cocina y un armario vacío. Esperó todo lo que pudo para contárselo a su madre,deseando que una lucecita se encendiera en la cabeza de su hermana. Pero llegóun momento en el que era más que evidente que eso no sucedería.

En aquel momento creyó que se le rompía el corazón. Fue ungolpe del que Rebeca nunca se recuperó. Sus dos hijas mayores la habíanabandonado en menos de diez meses. Murió al mes de la fuga de Clara.

A su entierro sólo asistieron seis mujeres, por expresodeseo de Letizia: ella misma, Susana y sus hijas Laura y la joven Sofía y,desde Meiga, la hermana pequeña de Rebeca, Nicolasa, quien hacía pocos añoshabía retomado el contacto con ella. Nicolasa iba acompañada por una niña de largacabellera azabache, su hija Bárbara. La chica siempre recordaría ese día, puesfue el primero en el que tomó conciencia de sus verdaderas raíces.

Paula volvió al cabo de dos meses, tal y como habíaprometido. Lo que no había prometido es que también traería un retoño de carasonrosada llamado Víctor Manuel.

Lo primero que hizo Paula tras bajar del mercedes fue ir asu antiguo hogar, con ánimo reconciliador. Había cambiado mucho durante suviaje y se había dado cuenta del gran error que había cometido, aunque no porello estaba arrepentida.

Pero cuando llegó se encontró una casa fantasma, con lasventanas cerradas, el jardín descuidado y la puerta atrancada. No tuvo quehacer muchas averiguaciones para descubrir lo que había pasado. Lloróamargamente durante muchas horas y, cuando por fin se recuperó, fue con Piero aver la tumba de su madre.

Aquella misma noche unos golpes despertaron a Letizia en sucasa en Meiga. Al abrir la puerta se encontró frente a frente con su hermanamayor, largamente perdida. Ambas se miraron. Sin decir una sola palabra se lo dijerontodo.

Letizia invitó a Paula a tomar un café y juntas hablaron delo que había sido de su vida.

Durante los años que siguieron a su fuga no supieron nada deClara. No había dejado un teléfono, una dirección… nada. La única que teníaalguna pista para encontrarla era Paula. Había recibido una carta hacía yavarios años en la que su hermana le decía lo feliz que era. El remite era de unpiso en la capital. Nunca le contó nada Letizia.

Tres años después de su vuelta, Paula y su marido se mudaronjunto con el pequeño a Manuel a una gran casa que Piero había mandadoconstruir. El negocio iba viento en popa y pronto empezaron a ganar dinero a espuertas.A Letizia tampoco le fue mal en el aspecto económico, pues se hizo con unacómoda posición en el segundo mejor bufete de abogados de Meiga.

La amistad entre la familia Vázquez y la Bermejo, la deSusana, no se rompió, incluso cuando lamatriarca del clan murió en un trágico accidente de tráfico. Al contrario, elaprecio y la mutua confianza brotó entre Sofía y Paula con una fuerza pococomún. Laura, por otro lado, se distanció un poco y junto con su marido y suhija Ángela se mudó a un pueblo cercano.

La boda de Sofía con un apuesto sargento del ejército de tierrafue todo un evento en Septrión. Tan solo dos meses después de la boda quedóencinta de un varón a quien bautizaron con el nombre Miguel. Marta nació dosaños más tarde.

Pero si hubo un acontecimiento importante en la historia delas dos familias fue, sin lugar a dudas, el embarazo simultáneo de Sofía yPaula, quince años después de la muerte de Rebeca. La primera tuvo una niñarolliza a la que llamó Belén; la segunda tuvo otro varón que, esta vez sí,recibió el nombre de su padre, Luis.

Desde el primer momento quedó claro que ellos dos serían losque unirían definitivamente a las dos familias, o al menos eso es lo queplaneaban las dos mujeres cuando veían a sus hijos jugando juntos en laalfombra. Lástima que su felicidad se viera truncada aquel desgraciado día de abril.

El noveno cumpleaños de Belén había sido hacía apenas unasemana. Sofía y sus hijos no habían podido asistir porque su marido acababa dellegar a Vilarbo después de pasar un mes haciendo maniobras en el extranjero.Luis no podía abandonar la ciudad hasta la semana siguiente, por lo que sufamilia fue a hacerle una visita, perdiéndose así la fiesta de Belén.

Pero teniendo en cuenta la gran amistad existente entre lasdos familias, era lógico pensar que le harían un regalo a la pequeña. Conastucia, Sofía consiguió que aquel desdichado quince de abril Luis se decidieraa entregárselo en mano. El regalo consistía en un bonito colgante de plata conla apariencia de luna cabeza de ave fénix invertida. Era algo grande para ellaahora, pero Sofía estaba segura de que cuando creciera le quedaría perfecto.

Así que Luis salió de su casa paraguas en mano y enfiló elcamino que llevaba hasta la gran mansión. Allí el hermano de Belén le informóde mala gana de que se había marchado con su madre al parque. Luis le dio lasgracias y se marchó. Sabía que el parque al que se refería Manuel estaba cercadel hotel que acababan de construir. Al llegar allí buscó a Belén, pero no laencontró por ningún lado. Preguntó a sus amigas y ellas le dijeron que la niñase había metido en el bosque porque decía haber escuchado “unos ruidos”. Sinpensárselo dos veces Luis se internó en la espesura.

El resto de la historia ya nos es conocida.

Ingresaron a Belén en el hospital de Meiga. Los médicos decían que sería muy difícil que se recuperara. Necesitaba una operación demasiado costosa yla familia carecía de fondos, pues casi todo su dinero había ido a parar a laconstrucción de la gran mansión. Su familia pensó entonces en vender la casa, pero sabían que no encontrarían un comprador a tiempo. Los escasos miles de pesetas que pudieron donar sus vecinos tampoco aportaron mucho.

Entonces, como por arte de magia, Bárbara Totana hizo actode presencia. Su oferta (totalmente íntima, por supuesto) fue bastante más que escandalosa:ofrecía hacerse cargo de los costes de la operación a cambio de la operación acambio de la adopción de la pequeña. A Piero y a Paula eso les parecía absurdo,y cuando preguntaron a cerca de los motivos Bárbara no tuvo ningún problema enrevelarlos.

Contó que acababa de casarse con Fernando Montoya,constructor y heredero de una inmensa fortuna pero que, desgraciadamente,también acaba de enterarse de que era estéril. Temía que él lo abandonara sidescubría que no podía darle descendencia, por lo que necesitaba conseguir un niño. Tenía que estar segura de que lospadres del niño no reclamaran su paternidad cuando éste heredara, así quedescartó casi cualquier tipo de adopción regular. La noticia del accidente deLucía fue como un regalo caído del cielo.

Tras mucho meditarlo, y a sabiendas de que no tenían otraopción si querían salvar la vida de Belén, Piero y su mujer aceptaron lapropuesta. Firmaron un documento en el que otorgaban la patria potestad aBárbara y a su marido, comprometiéndose a no revelar nunca a Belén, ahoraLucía, su verdadera identidad.

Para el resto del mundo, Belén había muerto.

Aquella misma noche Paula escribió una carta a Claraexplicándole todo. Le pidió que hiciera todo lo posible para cuidar de Belén,pues sabía que los Montoya tenían pensado trasladarse a la capital, Vilarbo.Incluyó en el sobre, además, el colgante que habían encontrado cerca de Lucía,instándola a que se lo diera cuando creyera que la niña estaba preparada parasaberlo todo.

Esa carta nunca recibió contestación, pero Paula estuvosegura de que su hermana la había recibido y de que haría todo lo posible paraque Belén fuera feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario